Una tarde gris surge para recordar una mañana de luz, de celebración, de pacto de amistad, de risas y de libertad y cada vida lleva escrita una forma de ser, una forma de amar y de sentir y las personas nos agrupamos por maneras de mirar la vida. No tengo ninguna duda.
Esta mañana me preguntaba un amigo, en qué lado del mar estaba mi vida, en qué lado del mar estaba la luz, utilizando la voz tan querida de Labordeta, no puedo ni debo responder, porque no quiero que deje de preguntármelo, pero sí me comprometo a enseñarle cómo me levanto cada día creyendo y queriendo cada instante, en la fuerza de mi verdad, porque no quiero silenciar este deseo, que habita desde hace tantos siglos, de contar al mundo todo lo que siento.
Y entonces surge el milagro, el paisaje que tropiezo, en una esquina abandonada de mi horizonte, la inspiración para continuar el camino, para levantarse y estirar los sentidos hasta el cielo de los sueños.
Una mujer bella e inmensa, celebraba la vida en una danza llena de primavera y de libertad, porque la luz de esa mañana, dibujaba en el aire, unas mil razones para apostar por un nuevo camino y aunque todos sabemos, que no todas las horas son así de ligeras, plenas de ese sentimiento que enamora, mirando este paisaje que guardaré en la memoria, como una escena de convivencia, de creación y de amistad que avanza, sentía que estos retratos de ilusión, servirán para que cicatricen las heridas del camino y para orientar nuevas maneras de levantar la piel cada mañana, creyendo en el poder del amor.