Quién se atreve a interrumpir el sereno discurso de la musa, ensimismada en el único horizonte posible, el de su inspiración sin fin. Te imaginas lo que sería un vuelo contenido, o un vuelo con la amenaza de perder el nido que construye todas las mañanas, mientras busca el alimento y crea partituras de colores, de una vida tercamente apasionada. Sería sin duda, un vuelo distinto. No hay vértigos a medias, ni vómitos a medias, hay parejas que construyen sus vidas a medias, que empujan las pasiones de cada cual, que fluyen en un mar de diferencias, porque respiran tranquilos, sabiendo que el Norte, enseña a navegar el mar difícil y pone a cada uno en su lugar.
Los años no te curan jamás la herida de haber sentido a medias, con miedos que se quedan entre las manos, mientras ves que se distancian los afectos imprescindibles, que se sienten perdidos en el mapa de todas las palabras y que no saben regresar a la casa encendida.
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