Me enseñaste a mirar la vida, siempre con una sonrisa. Me decías, no se te olvide nunca.
En tu fragilidad de ahora, encuentro la estaca a la que amarrarme, para esperar el norte, que siempre supiste que llegaría. Me gusta tanto cómo miras la tierra sembrada y esperas paciente su fruto. Así el amor, me contabas tantas veces.
Caminábamos en silencio, con la caricia de la tarde, tú ibas detrás, sintiéndome, caminas tan despacio...,
de cuando en cuando, me volvía y te retrataba, necesitaba mirarme, fijarte, escribirme, quererte más aún.
De pronto tú me dijiste, sé cómo lo estás pasando, pero también sé que muy pronto vendrás a decirme, que encontraste de nuevo la luz y me hablarán esos ojos, de la verdad que llevas entre los dedos.
Te abracé, creo que te rompí un poco. Te sentí tan fuerte o me sentí tan inmensa, qué más da, si somos el vivo retrato.
queriendo Ser otra vez, la mujer en la que confiaste todos los días de este mundo.
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