Desde pequeña, cuando me entraba el miedo o me ponía triste y quería sentirme a salvo, subía a la tenada.
Esta mañana quise recorrer esos pasos mientras te miraba, me reconocía y respiraba la serenidad que me ofrecías.
Cuando necesito tomar impulso, siempre vuelvo a la casa en la que aprendí a defenderme, a mirar a la cara a los miedos, en la que aprendí a deletrear mis sueños y al creerlos al fin.
Tuviste una infinita paciencia, me enseñaste la ternura de tu seriedad, me invitaste a ir tras la luz que enamora naturalmente, a encender los ojos y a caminar, por la dirección decidida de los latidos, que insisten con mi verdad. Sin preguntarme nada más.
Al caer la tarde, me ayudaste a hacer el equipaje, me diste tiempo para despedirme y mirar con amor, la vida que creía abrigada y tranquila. Hoy fue un día imprescindible, un nuevo paso en mi interior.
Un día feliz, por sentirte tan cerca, enseñándome sentimientos nuevos y queriéndome como si fuese
lo más importante de este mundo.
Por si fuera poco, estos retratos completan la memoria de este tiempo entre tú y yo.
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