martes, 2 de julio de 2013

La sonrisa















Le pido al camarero , con la mejor sonrisa, si puede ponerme un poco de leche fría, no me vacía toda la jarra, porque le indiqué con otra sonrisa, que ya era suficiente, bebo ese líquido sin nombre, para no afear su  profesionalidad, le digoque tenga un  buen día al salir y enfrascados en diálogos personales, ni caso, da gusto cómo cuida a los clientes potenciales.
En fin, te cuento esto, porque tú siempre me dices que hay que poner precio a las cosas, que si no, no se valoran, me negué siempre a considerarlo, pero ahora con mis maneras, con mi derroche de margaritas que no valoran ni los cerdos, tengo que darte la razón.Ese gesto de mi boca, que alienta, que sostiene, que alimenta, que distrae de una tristeza o que abriga con mil formas de amor, tendrá un precio simbólico de salida, una mirada cómplice que la quiera recibir.
Es tiempo de poner fin a esta manía de disculpar el comportamiento antisocial de la gente, con una caricia de reproche, que más que juicio, parece una cualidad a imitar y sobre todo, a premiar con una sonrisa.
La decisión está muy meditada y me cuesta llegar a esta conclusión, porque mi madre, que sube la cuesta de la vida, con alguna dificultad, se disgustaría si sabe que tiro la toalla, ella sigue poniendo buena cara y disculpando las miradas indiferentes, los saludos sin cariño, los juicios sin compasión y sigue inventando una realidad, para justificar su deseo de regalar su sonrisa... cuando alguien se confunde y llama por teléfono, celebra la confusión, cuándo escucha otro nombre, contesta como si fuera el suyo, jamás habrá otra persona  que me explique mejor en el mundo, qué es eso del amor, que hace que cuando la tengo delante, se me dilate el corazón y cuando pienso en ella, entiendo mi emoción y la mirada a la vida sostenida y confiada




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