martes, 15 de octubre de 2013

Lunes de otoño








Me dijiste que no tenías miedo a volar y te creí, 
 avanzabas serena, marcando horizontes, manchada de tiza y de pasión.
Me entregaste un pedazo de cielo, lleno de ilusión y juntas recorrimos la tarde,
saltando de sombra en sombra y descubriendo el poder de la confianza,
 acelerando el pulso, poco a poco.
Las puertas se iban abriendo y los ojos miraban encaramados en la vida.
La tarde se hizo oscura y deslizaste armónicamente tu cuerpo,
tratando de salvar la fuente de la vida.
Fuera, la gente corriendo de un lado para otro,
sin ocuparse para nada, en tratar de ser felices.
El vuelo es solamente erguirse y dejarse ir
 por un pasillo larguísimo,
donde aún sobrevive la inocencia
y donde una madre arropa nuestro sueño








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