domingo, 12 de enero de 2014

Mi cesta de manzanas












De vez en cuando, me gusta recordar trozos de infancia. La época de la manzana, es una de mis favoritas.
Mi padre me había hecho un cesto pequeño para poder ir con él a pañar manzanas. Me daba mucha alegría llenarlo cuando los mayores.
El llagar también estuvo muy presente en mi vida, muy cerca de mi casa, a él íbamos a jugar y nos escondíamos entre los toneles, aunque siempre terminábamos en la barrica que contenía la primera sidra dulce, una celebración. Nunca me supo igual, cuando la llevaba a casa en unas botellas.
Luis dejaba estar en el llagar cuando mallaba, a cambio de que le limpiáramos las manzanas, de hojas, de hierba y de tierra. Se enfadaba si no lo hacíamos bien, pero aquella cinta iba muy deprisa  y mis manos eran muy pequeñas.
El día que se corchaba, era una fiesta también, llegaban vecinos y también otros lagareros amigos,  había merienda en unas cestas para todos, nunca faltaban los huevos cocidos, los chorizos, tortilla de patatas y los pasteles.
También recuerdo las conversaciones de Zulima, Florinda y Cleme, mientras lavaban las  botellas en el exterior del llagar. Yo también les ayudaba, aunque tenía que dar la vuelta a una caja de sidra, para poder llegar con los brazos. Contaban historias en esas mañanas soleadas y las botellas y los cepillos, interpretaban al rozar, una música que a mi me gustaba mucho. Sería una delicia, poder volver el tiempo atrás
y escondida tras una cámara, guardar en esta memoria, los gestos y la alegría de aquellos encuentros.
Hoy en ese llagar, construyó Blanca, la hija de Luis, su propia casa. Una hermosa manera de conservar la memoria e incluso el recuerdo de nuestras risas, mientras corríamos muertas de miedo, cuando entrábamos en los toneles.
Me sentí emocionada, con mi cesto, con mis años, entre las manzanas y la memoria de una infancia, que poco a poco va regresando conmigo, al lugar desde el que quise partir a encontrar la fuerza y la luz.

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