jueves, 10 de abril de 2014

Confío en la luz












Vivir es sentir cada palabra en el momento justo y eso no sabes bien lo que cuesta, es presentir tu intención, tu caricia, tu timidez, es poner voz a todo eso y equivocarme, al interpretar, muchas veces. Es meterme en mi piel, en la tuya y en la de los demás, es soñar, es crear, es llorar también.

Si fuese posible expandir lo que la conciencia es capaz de abarcar, podríamos pensarlo todo, sentirlo todo, podríamos llenar cada fracción de segundo, con un rico tapiz de experiencias, es como si en el espacio de una vida, pudiéramos vivir un millón de vidas.

Pero ser feliz, debería ser más fácil, porque de tanto abarcar, nos olvidamos de abrazar. Ser feliz, debería ser la obligación que nos impusiéramos al despertar, al abrir la ventana de nuestras vidas y soñar sin contención, que un día, el miedo se enamora y que por fin salen todas las cuentas y que de pronto, las palabras caen todas de un cielo particular, como cae la luz y lo explica todo.

Todos tenemos horas imprescindibles en nuestras vidas, desde la oscuridad de una tarde, pude sentir que el miedo amaba tu voz y que desde la distancia infinita que nos separaba, tus manos, tu boca, tu vida, deletreaba un abecedario que me importa y pude estudiar cada matiz de la tristeza y pude sentirlo todo y recorrer la pasión de una vida que comienza cada vez que creo en el amor, abierto, transparente y cierto, un amor sin dudas, por los siglos de los siglos.

Asumo este lugar en la vida, este momento de ahora, creo que si no mirara a los ojos de esta mujer que viaja conmigo, no podría preguntarle luego, por qué no pudo ser lo que soñaba.  El viaje contigo y conmigo, ha sido muy hermoso y la responsabilidad de llevar tu latido, es tan dichosa, como cuando me encomendabas de pequeña, el cuidado de las llaves de la casa.

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