lunes, 21 de abril de 2014

Confieso









Quisiera hundirme en la vida, morder la pulpa de la luz y entrar en mayo, como una ola que abraza el erotismo del cielo y de la tierra, cuando llega, sin ninguna duda, a la orilla.
Me pararía cien días y cien noches, a creerte, a marearme contigo y a mirar, cómo los lugares se detienen para que tú los habites, con tu maleta de alegría. Porque la alegría es siempre el camino más corto, por eso escribo, como una forma de transparencia.
Todos hemos querido ser invisibles alguna vez. Escribir es ausentarse, pero no malgasten su tiempo, quienes busquen entre los renglones una razón, no hay explicación, ni vanidad, ni seguridad, sólo pasión ciega y creadora, por amor a la verdad. A la verdad de cada uno.
Confieso que a veces necesito explicar el mundo y me gusta mezclar paisajes, una manera de armonizar los míos y confieso que a veces me gustaría desaparecer en una fotografía y reaparecer cuando me miran, cuando me comprenden, cuando me quieren y poder decir de nuevo, qué bien aquí, en el mundo, celebrando la memoria de tantos momentos, el alfabeto de la ilusión, ese que gritábamos cuando creíamos que el amor era una historia, que estaba pasando siempre.

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