viernes, 24 de mayo de 2013

Alba

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Una mañana aprendí tu nombre
y desde entonces, me paro ante tu ventana
a respirar mis años incompletos,
los sueños vencidos por los miedos.
Aprendí tu nombre
y a beber tragos de vida
y a contar por los dedos,
la alegría de conocerte
y reanudar el vuelo
cuando activas mi código de la ilusión.

La misma mañana, te acuerdas,
que encontré tus ojos tristes,
porque habías perdido una lágrima,
cuidas tanto de todas tus cosas...
Los cerezos se ponen en flor
cuando estás a punto de llegar
y decides cada día
de qué color quieres mirar.
Y si un día amanece muy gris,
te escondes tan dulcemente....

Te gusta mirar la vida
desde las esquinas de los bares
y pensarte mucho
cómo quieres disfrutar.

Gracias por dejarme mirarte
y encontrar el árbol contigo,
que te regaló la confianza.
Y ya está decidido,
te llevo en mi vida.
No lo pienso más.
Como si pudiese recuperar el tiempo,
voy celebrando cada trozo de mi
que encuentro en ti,
porque la vida no está como para perderse,
personas que vienen con instrucciones,
con el mejor alimento,
y muy especialmente,
con una mirada para quedarse.

Me siento mejor ahora que estás,
cuidando el jardín en el que creo,
atendiendo las plantas más sencillas,
como si el universo dependiera de ello
y salvando tu fuerza e imaginación,
de los días que amanecen
en blanco y negro,
para que aprendamos a sentir,
que la vida se compone de instantes
en los que se cruzan personas,
que quieren construir contigo
y que confían, adoro las personas que confían.
Gracias por creerme
y por quererte




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