viernes, 21 de junio de 2013

Cuando los árboles no te dejan ver





























Cuando me detengo en una persona y me gustan sus maneras,
siempre lo hago desde el corazón.
Mi madre me repetía muchas veces, no dejes de sentir, aunque te duela.
Y así lo hago, todo el día estoy sintiendo.
Comenzar a querer, es como un acceso. Maneras sencillas,
gestos silenciosos, atenta y confiada la mirada.
Justo lo que me contaban los vecinos, cuando iba a la escuela.
Ellos siguen con sus vidas de siempre,
me paro a saludarles y a respirar quién soy,
casi no me recuerdan, pero me abren sus casas.
La hija de Sol, me dicen, tu padre es un gran hombre,
no lo voy a conocer...
y qué dulzura siempre la de tu madre...
Soy feliz, recogiendo esa siembra tan valiosa.

Por eso cuando entre el asfalto de la ciudad,
se evita el saludo, que no se puede rentabilizar,
me dan ganas de ir corriendo, a mancharme las manos,
con la tierra de las suyas y respirar el orgullo
de sentir que es mi Lugar





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