miércoles, 6 de febrero de 2013

A mi madre y a mi

A ti te escribo cada día cuando me miro.
En aquellas tardes de infancia,
que eran fiesta cuando abrías la puerta,
de aquel cuarto oscuro, en el que te curabas.
Verte sonreír, era siempre el mejor regalo.

Cuando miro a mis hijas,
cuando tiemblo entre sus sueños,
o cuando me duele la piel de sus tropiezos,
te miro también y te siento.

Cuando vendías las hortalizas
en el Mercado del Sur
y separabas una moneda de tu mandil,
para comprarme aquel vestido de flores,
para estrenar el domingo de Ramos,
emoción entre tus manos y las mías.

Y cuando me enseñas,
todos los días de tu vida,
cómo administras la fuerza que te queda
y descifras la melancolía,
que sostiene mi intemperie,
lo entiendo todo madre,

mis sueños, eran también los tuyos.










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